viernes, 8 de mayo de 2009

Melancolía



Durante un verano bastante opaco de mi vida pasaba las noches insomnes dibujando en el café Amarras, en la Costa. Llegaba con mis papeles a medianoche y me iba, tres cafés después, con el alba salitrosa del rocío matutino. Por supuesto que me enamoré silenciosamente de una camarera y regalé algunos dibujos a los parroquianos, pero no era bohemia, era melancolía. Ese perfume amargo que, ya en el invierno porteño, me paseó por burdeles y museos, por óperas y avenidas. Así descubrí el Dichterliebe de Schumann, el Museo Sívori y el whisky con miel y aspirinas. Las pérdidas también nos hacen, rescato estos dos dibujos para subirlos aquí y honrar a la melancolía.